.:EL TESTIMONIO DE RON
Yo era un miembro de la quinta generación de la facción del mormonismo, la Iglesia Reorganizada de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (ahora llamada Comunidad de Cristo). Cada recuerdo de mi niñez se formó en una vida de hogar que tenía un profundo compromiso hacia las enseñanzas del Libro de Mormón. Mi tatarabuelo se convirtió al mormonismo en la segunda mitad del siglo XIX y más tarde fue ascendido al puesto de Apóstol. El salirme del grupo fue una experiencia traumática. Me dejó profundamente confundido con respecto a Dios y a lo que había sucedido con mi vida y familia. Por un tiempo, incluso era demasiado doloroso leer las Escrituras. Finalmente, el Señor tocó la confusión en mi mente, me sanó y abrió mis ojos para ver lo que Él había querido para mí desde un principio.
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Un proverbio oriental dice que “La devastación exfolia la eficacia providencial.” Fue de modo similar, por medio de la devastación, que encontré suficiente humildad y confusión pura para sacudirme de las garras de la percepción doctrinal que había conocido durante toda mi vida. Mi perspectiva de Dios y de su gracia había sido formada por las doctrinas del mormonismo.
Yo era un miembro de la quinta generación de la facción del mormonismo, la Iglesia Reorganizada de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (ahora llamada Comunidad de Cristo). Cada recuerdo de mi niñez se formó en una vida de hogar que tenía un profundo compromiso hacia las enseñanzas del Libro de Mormón. Mi tatarabuelo se convirtió al mormonismo en la segunda mitad del siglo XIX y más tarde fue ascendido al puesto de Apóstol. Por eso, yo crecí con las experiencias de una historia familiar que validaban y reforzaban mi fe.
Una noche, a los catorce años de edad, mientras asistía a un servicio de oración un miércoles en la noche, sentí una sensación profunda del amor del Señor y su llamado hacia mi vida. A través de los años que siguieron, resistí las tentaciones y vacilaciones de compromiso que los jóvenes adolescentes a menudo soportan. No obstante, a través de todo esto, Dios siguió siendo una parte profundamente importante de mi vida.
Siguiendo los pasos de las cuatro generaciones antes de mí, adopté las doctrinas del mormonismo como si fueran la palabra inspirada de Dios. El Libro de Mormón se volvió mi preferencia, mientras buscaba el propósito de Dios para mi vida. Siendo adulto, tomé mi lugar en el sacerdocio, prediqué sermones y enseñé en una clase de Escuela dominical para adultos. Mi esposa y yo estábamos a cargo del grupo de jóvenes de nuestra congregación e incluso hacíamos la limpieza semanal del edificio de la iglesia. Yo era un esposo devoto y padre de dos preciosísimos hijos.
Desafío la idea de que cualquiera se “une” a una secta, ya que sugiere una conformidad conciente con las metas y principios del grupo. Si ya están formadas, estas metas y principios serán ocultados por la fachada de las técnicas de adoctrinamiento. Aún así, en entornos de grupos pequeños, estas tienden a crecer y desarrollarse conforme el líder obtiene mayor control sobre sus seguidores. El poder derivado de la devoción de sus seguidores es intoxicante y lleva a tener un programa siempre cambiante, mientras él busca mantener el control. Este fue el tipo de entorno en el que me vi involucrado.
No hay suficiente espacio para poder dar una explicación de cómo esto llegó a ser. Hasta cierto punto, siento que he sido parte de una secta durante toda mi vida, debido a las doctrinas con las que fui criado y que llegué a adoptar como verdaderas. Aún así, mi ignorancia y fervor demasiado entusiástico por servir a Dios me llevaron al extremo. La gracia de Dios era una gracia de obras y los mandatos firmes estaban colocados, lo cual requería la evidencia de la fe de uno. La Biblia también habla de evidencia, pero a diferencia de la Biblia, el mormonismo redefine el criterio para la salvación de uno y lo ata de manera eficaz (ya que uno comprende realmente el libro) con el cumplimiento de las profecías del Libro de Mormón. Como un creyente verdadero, yo buscaba la realización de estos cumplimientos y mi fervor me condujo al entorno de este pequeño secta.
Mientras que uno estaba en el grupo, la devoción se intensificaba y toda posesión personal se entregaba al líder. El aumento de control conllevó a un incremento de abuso. Con el tiempo, el abuso condujo al líder a cometer homicidios y los homicidios nos llevaron más allá del punto en que no hay vuelta atrás. Entonces se disolvieron familias en el “grupo familiar” más grande del líder de la secta y se desarrollaron otros abusos.
Como una tormenta furiosa que sigue su curso, el poder que una vez nos unía como grupo, parecía disiparse. Circunstancias inevitables bloquearon el control de líder y el grupo se separó. El salirme del grupo fue una decisión traumática. Me dejó profundamente confundido con respecto a Dios y a lo que había sucedido con mi vida y mi familia. Mi carrera había terminado y habíamos sido despojados de todas nuestras posesiones materiales. Luego ocurrieron las detenciones por los asesinatos que habían ocurrido.
Toda mi perspectiva del mensaje de la Biblia cambió de repente, en una celda de aislamiento en la prisión del Condado Lake, en Ohio. Durante toda mi vida, yo había pensado que realmente amaba al Señor, aún así, allí estaba yo sentado, incapaz de entender que había salido mal y cómo mi deseo de servir a Dios me había dejado tan extraviado. Durante un tiempo, era muy doloroso leer las Escrituras. Mi mente continuaba viendo las aberrantes enseñanzas de la secta y recordaba todo el horror que habían producido.
La “Ley de Moisés” había sido redefinida dentro del grupo. Todo lo que habíamos hecho y soportado se hizo en obediencia a esta “ley”. Cuando me sentí listo para estudiar nuevamente, aún era incapaz de utilizar mis propios libros, debido a las marcas y notas compiladas durante las miles de horas dedicadas a las clases dentro del grupo. El capellán de la cárcel me trajo una Biblia de las Buenas Nuevas, de tapa blanda, lo cual me dio la sensación de empezar desde cero — un nuevo comienzo.
Como una memoria distante en el fondo de mi mente, recordé la verdad sencilla, que la ley se cumple en Cristo Jesús. Un deseo nuevo comenzó a crecer en mi corazón, en la forma de una pregunta. El pensamiento se me venía a la mente constantemente. “¿Cuál es esa ley, la que Cristo cumplió?” Tomé todo lo que yo había pensado que sabía acerca de Dios y lo puse a un lado. Utilizando únicamente la Biblia, sin la influencia del Libro de Mormón u otras doctrinas, busqué la respuesta a esta pregunta.
Durante los siguientes meses que permanecí en esa celda, leí la Biblia completa dos veces. Mi pequeño mundo había llegado a su fin, mas las refrescantes aguas de la Palabra de Dios restauraron mi alma. Comencé a ver las diferencias distintivas entre el Libro de Mormón y el mensaje genuino de la Biblia. Era un mensaje que realmente yo no había conocido antes.
Comencé a escribir poesía, como una manera de expresar esta perspectiva recientemente hallada de la Palabra de Dios. El capellán de la cárcel y su esposa tomaron un interés especial en mí y en los otros miembros del grupo que también estaban allí. Cuando se desgastó la Biblia que él me había regalado, me compró una Biblia paralela más resistente, que utilicé por los siguientes 15 años. El pasaje de Lucas 24:44-45 tomó un significado nuevo para mí, conforme mi mente parecía absorber la lógica complicada del mensaje recientemente hallado de la Biblia. El Señor tocó la confusión de mi mente, me sanó y abrió mis ojos para que viese lo que Él había querido para mí desde un principio. Finalmente vi la gratificante belleza de su Gracia. Finalmente, no veía una “obra grande y maravillosa” aún por realizarse; en lugar de esto, veía lo que ya se había cumplido en nuestro Señor resucitado.
En los años que han transcurrido desde que el Señor renovó mi mente, mi esposa me ha dejado y la relación con mis hijos se rompió. Por extraño que parezca, la prisión no fue la causa de estas dolorosas pérdidas, sino mi rechazo a la doctrina mormona. He soportado momentos en los cuales la esperanza y el propósito de la vida parecían no poder ser encontrados en ninguna parte; tiempos cuando sentía a Dios muy distante y el dolor en mí corazón era abrumador. Aún así, la verdad preciosa que llegué a conocer en la cárcel del condado, aún habita en mí el día de hoy.
Cuando era un muchacho de catorce años de edad, sentí el amor de Dios por mí. A lo largo de mi vida, ha habido personas que creo que fueron puestas por Dios en mi camino con el propósito de compartir una perspectiva más clara de su gracia. Sin embargo, mi mente estaba enfocada en la perspectiva que me había sido provista por las doctrinas de mi juventud. Estoy profundamente avergonzado de que haya sido necesaria tanta devastación para poder ver lo que claramente estuvo allí todo el tiempo. Y aún así, estoy eternamente agradecido por lo que ahora veo, porque ya no estoy cegado por algún gran mandato, aún por cumplir. En lugar de eso, me sujeto fuertemente a la tranquila seguridad de que, “Hecho está” (Apocalipsis 21:6).
En este momento, he estado en la cárcel por más de 18 años. En ese tiempo he recibido un título de Maestría en Estudios Pastorales y planeo conseguir un doctorado. Escribo una columna en La puerta abierta (The Open Door), una publicación periódica del Ministerio de los Vigilantes (Watchmen Ministries) en Minnesota. Mi libro Fe extraviada (Faith Gone Astray), (originalmente bajo el título ¿Por qué?) proporciona más detalles acerca de la secta del que fui parte y cómo llegó a formarse.
Disfruto ministrar dentro de la esfera que me es permitida en el entorno de la prisión. La vida tiene tanto amargura como dulzura y a través de ambas he sido honrado con la compañía de Aquel que dejó la tumba vacía. Él no es una teoría abstracta, o una montaña escabrosa de obras y obligaciones. Él es Jesucristo: mi Salvador, mi Señor y un amigo verdaderamente fiel.
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