.:EL TESTIMONIO DE MATTHEW
Un día, sentí un deseo irresistible de conocer a Cristo. Así que tomé la copia que tenía del Libro de Mormóny comencé a leerla. Lo primero que vi fue una ilustración de Jesucristo con sus manos sobre la cabeza del Apóstol Juan, ordenándolo. ¡Era una imagen poderosa! Anhelé lo que había visto en los misioneros mormones que me habían visitado. Por 9 años, estuve activo en el mormonismo e incluso serví en una misión para la iglesia mormona. Entonces descubrí la verdad acerca de José Smith. Me percaté de que había sido engañado y que la razón por la que me sentía vacío todo el tiempo era porque estaba esperando que una religión llenara un hueco que únicamente una relación personal con Cristo podía llenar.
Nací y crecí en Portland, Oregon. La ciudad de Portland no es la más religiosa de las ciudades y, de hecho, es en esta área de los Estados Unidos donde he encontrado más ateísmo y apatía hacia Dios que en cualquier otro lugar en el que haya estado en mi vida. Yo debía saberlo, pues una vez fui un ateo confeso, según yo.
Mi familia tampoco era particularmente religiosa, con excepción de mi madre quien fue una cristiana de la iglesia rusa ortodoxa y creyente nacida de nuevo. Ella había sido guiada al Señor desde una edad temprana y, cuando mi hermana y yo éramos pequeños, nos leía la Biblia y oraba con nosotros. Todavía la recuerdo vigilándome con sus ojos cerrados mientras yo oraba. Con frecuencia me pregunto si tan sólo estaba escuchando o si también estaba orando.
Debido a que la iglesia rusa ortodoxa más cercana a mi casa se encontraba al otro lado de la ciudad, y que mi padre se oponía a las religiones organizadas de cualquier índole, mi madre nunca podía ir a la iglesia, ni tampoco mi hermana o yo. Así que, cuando fui creciendo, la religión era más algo del pasado que una actividad presente. La mayor parte del resto de mi familia era católica romana y yo estaba lo suficientemente familiarizado con el catolicismo romano como para aceptarlo como mi propia fe.
Vi un anuncio acerca del Libro de Mormón y decidí llamar al número gratuito para pedir una copia. Esta copia llegó como en cuatro o seis semanas después y por los siguientes seis meses, se quedó sobre mi escritorio empolvándose. Fue sólo después de sentir un anhelo irresistible por conocer a Cristo que tomé el libro y comencé a leerlo.
Lo primero que vi fue una ilustración de Jesucristo con sus manos sobre la cabeza del apóstol Juan, ordenándolo. Era una imagen poderosa. Leí acerca de Nefi y de sus hermanos rebeldes; leí acerca de la sorprendente conversión de Enós; leí acerca de Abinadí muriendo cómo mártir por causa de la iniquidad del Rey Noé. Leí acerca de Alma hijo, de Mormón, de Moroni y de muchos otros. Leí acerca de Jesucristo llegando al Nuevo Mundo después de su resurrección para visitar a sus “otras ovejas” y acerca de cómo tan sólo unos cuantos capítulos después la gente se volvió nuevamente malvada, sólo para involucrarse enteramente en una guerra que les llevaría a la destrucción de todo un pueblo. Fue hasta después de nueve años de leer este libro todos los días, que llegué a la conclusión de que sólo eran cuentos. Estos individuos tal vez fueron descritos como hombres de gran fe, pero también fueron hombres que nunca existieron y que predicaban un evangelio diferente al de la Santa Biblia.
Sin embargo yo aún no sabía esto y pronto, un día a finales de mayo de 1994, recibí la visita de dos jóvenes. Fue sólo cuando estaba terminando la visita que un Anciano comenzó a contarme acerca de lo que Jesucristo había hecho en su vida y de cómo el Libro de Mormón había sido una señal de fortaleza para él. Me senté allí queriendo tener lo que él tenía. Yo había sido extremadamente inmoral hasta ese momento de mi vida. Tenía un sentimiento de culpa persiguiéndome durante dos años para ese entonces y quería saber cómo superarlo.
Ya para julio de 1998, recibí lo que todo mormón de 19 años de edad desea, mi propio llamado a las misiones. Serviría por dos años en la ciudad de Nueva York, y tendría que hablar en ruso. Esto nos dejó perplejos a mí y a mi familia pues yo hablaba alemán, no ruso, y el hecho de aprender un nuevo idioma iba a ser, naturalmente, una nueva experiencia para mí. Estaba entusiasmado, pero nervioso a la vez.
Fue estando en mi misión cuando estas dudas comenzaron y, mientras permanecía en la ciudad de Nueva York, me estaba habituando a estudiar las doctrinas de otras iglesias. La mayor parte del tiempo después de mi misión, sentí que la doctrina católica era la que más me agradaba, aún cuando era un tabú para la iglesia mormona.
En la primavera del 2002 comencé a hacer una pregunta a mis amigos mormones. “¿Cómo puede un hombre ser salvo?” Obtuve respuestas conflictivas y eso me llevó a creer que la mayoría de la gente que yo conocía no entendía lo que era la salvación. Comencé a sentir que Dios tocaba mi corazón diciéndome que el cambio estaba por llegar. Pensé que el cambio era mudarme a Colorado Springs, Colorado. La ciudad de Colorado Springs se ve y se siente como Utah, en todas las maneras posibles, excepto por la religión predominante. En Utah predomina la fe mormona. En Colorado Springs predomina el cristianismo evangélico.
“¿Eres salvo?” me preguntó el trabajador de la galería de arte en mi segundo día en Colorado. Esa fue literalmente la primera pregunta que me hicieron en esta ciudad. Supe que ya no estaba más en Utah.
Pero mudarme de ciudad no era el cambio que Dios tenía en mente. El toque de Dios se hacía cada vez más fuerte. El 15 de diciembre de 2002 recibí un golpe como si un montón de ladrillos hubiera caído sobre mí, al darme cuenta que las afirmaciones de la iglesia mormona, en el sentido de ser la única iglesia verdadera, eran falsas, que había sido engañado y que la razón por la que me sentía vacío todo el tiempo era porque estaba esperando que una religión llenara un hueco que únicamente una relación personal con Cristo podía llenar.
Ese día de diciembre recibí un correo electrónico de un amigo con un sitio Web acerca de José Smith. Leí completamente el sitio Web, incluso reiniciando varias veces la computadora para poder terminar. Leí acerca de la vida de José Smith antes y durante su liderazgo como el primer “Profeta, Vidente, y Revelador” de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Leí acerca de las planchas de Kinderhook, la verdadera historia detrás del libro de Abraham y cómo el Libro de Mormón había sido cambiado miles de veces. Para el final del día yo sabía que la Iglesia mormona no era verdadera y, el siguiente domingo, dejé de ir a la iglesia. Era el primer domingo que no iba a la iglesia desde 1996, un periodo de más de siete años. Estuve sumamente amargo por varios días hasta que encontré otro libro con una cubierta azul.
Después de revisar varias cajas repletas de material de mi misión mormona, encontré un libro azul con el título, “Poder Para Vivir” y lo comencé a leer. El libro comienza con testimonios de atletas y artistas Cristianos prominentes. Leí el libro de principio a fin y al final había una oración escrita. Sabía que necesitaba realizar esa oración, así que la hice. Era la víspera de Navidad del 2002 y, avanzada la tarde, acepté a Jesucristo como mi Señor y Salvador personal. Me convertí en un cristiano nacido de nuevo y mi vida se sentía feliz, radiante y lo más importante, mis oraciones comenzaron a ser respondidas. En ese momento en el que le pedí a Jesús que viniera a mi corazón, sentí un cambio, me sentí lleno, me sentí un hombre nuevo. Sentí un deseo por ir nuevamente a la iglesia y leer la Biblia. Cuando hice la oración del pecador, sentí que desapareció por completo la sensación de calor que me había venido cuando fui por primera vez a una iglesia mormona en 1994. Literalmente sentí que salió de mí.
La primera iglesia que visité después de ser salvo fue la iglesia mormona del distrito. Sentí como que debía decirles lo que me había ocurrido y lo hice con algunos cuantos sin obtener la reacción que pensé que lograría. Cualquiera pensaría que me revelé como el Anti-Cristo en persona por las miradas que recibí. Continué asistiendo por algunas semanas, pero cada vez me encontraba más y más en desacuerdo con lo que se estaba diciendo desde el púlpito. Decidí unirme a alguna otra iglesia, y entonces la búsqueda comenzó.
Busqué en las páginas amarillas tratando de encontrar una iglesia. Dejé mensaje tras mensaje pero sólo un pastor devolvió mi llamada. Él era un pastor metodista de una iglesia en la zona en la que yo vivía en Colorado. Hablamos por una hora y me pidió que nos conociéramos personalmente, cosa que hicimos unos cuantos días después. Me enlistó en una clase llamada Alfa, la cual me ayudó a comprender los lineamientos básicos de la fe Cristiana y, eventualmente, fui bautizado.
Cuando me encontraba leyendo el Evangelio según San Mateo, donde Jesús instruía a sus discípulos a viajar sin bolsa, ni escritura, ni nada, me vino a la mente la idea de que estaba siendo guiado por el Espíritu Santo a servir en el ministerio. Empecé a llevar conmigo una pequeña Biblia de bolsillo y algunos folletos evangelísticos. Como ejercicio, comencé a caminar por un par de horas mostrando gratitud hacia Cristo, deteniendo a las personas para hablarles acerca del Señor. De este modo, me convertí en un ministro viajero en el sudoeste de Colorado Springs.
A finales de mayo del 2004, comencé el proceso para recibir un certificado pastoral y una ordenación en la Iglesia metodista. Estoy ansioso cada día por servir al Señor. Todavía sigo laborando de tiempo completo en una compañía local de Internet y también he convertido ese empleo en un lugar para ministrar, siguiendo la recomendación de Pablo en Colosenses 3:23… “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres.”
Estoy seguro que muchas personas en los años siguientes leerán este testimonio. Incluso es posible que la gente lea este testimonio años después de que yo me haya ido para estar con el Señor en los cielos. Es posible que algunos compañeros cristianos lean esto y sean animados a testificar. Es posible que algunos mormones lean esto y sean movidos a aceptar a Cristo y a investigar más profundamente la historia y las doctrinas de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. También es posible que algunas personas que no sean ni cristianos ni mormones, lean esto y sientan la gracia preventiva de Dios que los guíe a Jesucristo y a la salvación.
Permítanme terminar con un testimonio de lo que Cristo ha hecho por mi propia vida. Veo que tengo un amigo constante en Jesús. Veo que cuando tengo problemas en mi vida puedo tomar la Santa Biblia y el Espíritu Santo me llevará a la verdad y a las soluciones para los problemas de los tiempos modernos. Veo que cuando me siento estresado puedo recurrir a mi Padre en los cielos en apacible oración y sentir que soy librado de las cargas de la tensión. Veo que la oración definitivamente torna la noche en día y me hace sentir que no estoy solo. Veo que nunca me siento solo porque Cristo está siempre conmigo y me ha prometido que nunca me dejará ni me olvidará. Veo que puedo guardar los mandamientos con gozo, no para ganar la salvación sino para mostrar gratitud por esta. La salvación es un regalo gratuito disponible para todo aquel que lo desee. Si aceptamos el evangelio y recibimos a Jesús en nuestros corazones como nuestro Salvador personal, entonces somos salvos por la maravillosa gracia de Dios, por su misericordia increíble, amorosa y totalmente inmerecida que recibimos simplemente por poner nuestra fe en su Hijo unigénito. Veo que cuando peco, puedo acercarme a Dios con una actitud de arrepentimiento y sentir amor constante, porque Cristo pagó por mis pecados en una cruz en el Calvario hace casi 2,000 años, incluso pagó por los pecados que aún no he cometido. Tengo la seguridad de que si muriera hoy día me iría inmediatamente al cielo. Tengo la seguridad de que si el rapto fuera a ocurrir hoy, sería arrebatado en las nubes para encontrarme con mi Señor en el cielo. Encuentro la paz del Espíritu Santo conmigo siempre, advirtiéndome, confortándome, enseñándome y guiándome. Veo que el Señor siempre tiene tiempo para mí y, así como dice Apocalipsis 3:20… «He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.»
Cristo no tenía que haber muerto en la cruz para salvarme. Él pudo haber dicho «no,» pero me amó tanto que murió por mis pecados. Él me salvó. Tengo vida eterna, perdón de pecados y ahora sé de dónde proviene la verdadera felicidad. He visto cambiadas las vidas de personas que han puesto su completa existencia en las cálidas y amorosas manos de aquél que fue crucificado y resucitó.
Si has leído esto y deseas una nueva vida y una relación personal con Jesucristo, por favor haz la siguiente oración conmigo en tus propias palabras y comunícate con las personas encargadas de este sitio Web. Recuerda que no son las palabras de esta oración en sí las que te puedan salvar. Es tu corazón lo que Dios está mirando:
«Padre nuestro que estás en los Cielos, vengo a ti con mucho pesar por causa de mis pecados y por causa de mi vida. Sé, Señor, que soy un pecador que necesita un Salvador y deseo estar contigo por la eternidad en los Cielos. Te pido que envíes a tu Hijo, el Señor Jesús, para que venga a mi corazón y a mi vida, y lo acepto como mi Señor y Salvador personal. Deseo seguirte Señor y acepto tu regalo gratuito de salvación. Gracias, en el nombre de Jesucristo, amén.»
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