Declaración de fe

Creemos en la Biblia como la Palabra de Dios, divinamente inspirada en su totalidad, inerrante en sus escritos originales, completa en sí misma, y la única autoridad para las creencias y prácticas Cristianas. No hay libros adicionales para ser considerados como Escritura.

El único Dios verdadero existe en tres personas coiguales y coeternas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Dios siempre ha sido Dios desde la eternidad pasada y siempre será Dios hasta la eternidad futura (Salmo 90:2). Nunca ha existido un momento en el tiempo en el que Dios no era Dios, ni tampoco se “exaltó” a la posición en la que está ahora (Malaquías 3:6). Dios no es un Hombre exaltado (Oseas 11:9). Nunca ha habido un “Dios” formado antes de Él ni tampoco habrá un Dios formado después de Él (Isaías 43:10; Hebreos 6:13).

Creemos en Jesucristo, quien retuvo su Deidad mientras se convirtió en hombre, siendo nacido de una virgen, vivió una vida sin pecado, e hizo expiación por el pecado de los hombres a través de su muerte y resurrección corporal. Como el Hijo de Dios, Jesús posee la naturaleza eterna completa de Dios el Padre (Juan 5:18). Él no es nuestro hermano espiritual, ni tampoco es el hermano espiritual de Lucifer y los ángeles. El cuerpo carnal de Jesús fue concebido por el Espíritu Santo (Mateo 1:18, 20), pero su naturaleza de Dios es eterna; Él no fue creado, ni engendrado (Hebreos 1:3; Isaías 9:6).

Satanás, siendo un ángel caído en oposición total con Dios, ejerce su poder y autoridad sobre los no regenerados a través de la manipulación y decepción espiritual.

Cada ser humano está desesperadamente perdido en el pecado, separado de una aceptación personal de la redención espiritual ofrecida en la sangre de Jesucristo. Este regalo gratuito de salvación se aplica al creyente individual separado de cualquier obra de justicia que él o ella pueda realizar.

Las Buenas Nuevas del Evangelio por las cual somos salvos consisten en la muerte, el entierro y la resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

El estado final de los incrédulos que mueren rechazando el regalo de Dios es el castigo eterno apartados de la presencia de Dios por toda la eternidad. Los verdaderos creyentes que han nacido de nuevo a través de la obra regeneradora del Espíritu Santo tienen seguridad de vida eterna en la presencia de Dios en el Cielo y en la Tierra nueva.

No reconocemos a ninguna organización humana o iglesia religiosa como la propietaria exclusiva de la instrucción espiritual. El Espíritu Santo, a través de la Palabra de Dios, enseña a cada uno de los que han puesto su confianza en la suficiencia de Cristo. Esta unidad de creyentes verdaderos nacidos de nuevo trasciende las barreras denominacionales y constituye el Cuerpo de Cristo, unido en el Espíritu Santo.