El testimonio de Jennifer

jenniferJENNIFER

Al crecer, nunca me sentí querida. La relación entre mis padres nunca fue buena y cuando mi madre murió teniendo yo 12 años de edad, me dejaban sola la mayor parte del tiempo. Aún cuando acepté a Cristo 3 meses antes que ella muriera, no estaba preparada para la crisis espiritual que enfrenté cuando mi iglesia se desmoronó. Fue entonces cuando los misioneros mormones se aparecieron a mi puerta y me hablaron de la historia de mis padres cuando, tiempo atrás, se habían involucrado en el mormonismo. Me quedé intrigada por esto, así que decidí intentarlo, incluso siendo bautizada por los muertos y recibiendo mis investiduras en el templo. ¡Fue una experiencia escalofriante! Me mudé para tratar de apartarme de los mormones, ¡pero aún allí me encontraron! Si no hubiera sido por mis amigos cristianos no sé si hubiera tenido la fuerza para abandonar el mormonismo para siempre.

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Desde muy tierna edad, me sentía como si fuera yo un error y no querida. Mis padres siempre andaban peleando entre ellos, ya fuera por la iglesia, por dinero o por el hábito de bebedor de mi papá. Cuando tenía tres años de edad me recuerdo yendo a la habitación de mis padres donde vi a papá golpear a mamá en una pelea. Esa noche mientras él estaba trabajando, ella empacó nuestras cosas y nos llevó donde un hombre, quien más adelante supe que era un líder en la iglesia mormona (un obispo). Vivimos con él y su familia por un poco de tiempo, hasta que mi mamá se dio por vencida e hizo caso al obispo, y regresamos a vivir con papá.

Mientras yo crecía, papá nunca estaba en casa. Él siempre estaba trabajando, pero había dos hombres que venían a casa y ayudaban a mamá a limpiar y a cocinar. Más adelante me percaté que ellos eran misioneros mormones. Cuando mi abuela del lado materno se enfermó, mamá, mi hermana y yo nos fuimos fuera del estado a vivir con ella mientras que papá se quedó en casa. Mientras estuvimos viviendo allá, no vi a ninguno de aquellos misioneros mormones que venían a nuestra casa. Entonces, mi abuela falleció cuando yo tenía siete años de edad. Nos quedamos allí hasta que papá vino con nosotras.

Un día mientras vivíamos allá, mamá despertó con un dolor realmente fuerte. Fue entonces al doctor y le dijo que era una cosa, la medicaron y enviaron con otro doctor para una segunda opinión. Cuando ese doctor le dijo que era algo más, le indicaron otra medicina diferente y lo mismo hicieron otros cinco doctores a los que fue referida, hasta que un doctor se dio cuenta que era cáncer. Para ese tiempo, ya estaba en la 3era etapa. Le dieron quimioterapia, de modo que perdió su cabello, y yo me afeité el mío para estar como ella. Ella deseaba estar más cerca de su familia, así que decidió que nos mudáramos de regreso a casa.

Mi madre sobrevivió con el cáncer por otros dos años y medio. Pero 3 meses antes que ella muriera, mi vecino me invitó a un programa de Escuela Bíblica de Vacaciones (VBS por siglas en inglés). Al final de esa semana, decidí entregarle mi vida a Cristo por primera vez. Deseaba apasionadamente seguirle con todo lo que tenía. Así, hacia el final de ese verano antes que mamá muriera a la edad de 39, le invité a venir a la iglesia conmigo y ella le entregó su vida a Cristo justo dos semanas antes de morir.

Yo tenía tan sólo 12 años de edad cuando murió mamá. Mi vida tuvo muchos cambios desde entonces. Papá comenzó a trabajar más y se convirtió en un bebedor más empedernido. Cuando mi hermana se fue a la universidad, me quedé para valerme por mí misma. Realmente me sentía sola cuando comencé la secundaria, de modo que lentamente comenzó a labrarse mi ira por Dios y me aparté de Él. Si embargo, continué yendo a la iglesia pues odiaba quedarme en el apartamento yo sola. Me rodeaba de otras personas todo el tiempo. En la secundaria realicé muchas actividades, como carreras a campo traviesa y en pista, bádminton, tenis, golf, fotografía; y figuraba en el anuario así como en el periódico de la escuela. Participé de todos los eventos deportivos, para no tener que estar sola.

Luego, en mi segundo año en la secundaria, encontré un grupo cristiano llamado Young Life (Vida Joven). Me vi verdaderamente involucrada con ellos, fui de campamento ese verano y volví a dedicar mi vida a Cristo. Conocí a un chico genial llamado David, comenzamos a conocernos y a salir. Salimos y fuimos al baile de mi primer año y al suyo del último año. Realmente me gustaba ir a la iglesia con la gente de Young Life.

Serví en el ministerio de niños y con frecuencia di mi testimonio acerca del poder de Dios en mi vida. Era algo muy liberador el saber que mucha gente podía sentirse identificada conmigo. En un servicio, ayudé guiando a 6 personas para conocer a Cristo. Hablé en una conferencia de mujeres que se dio en mi iglesia y las cosas parecían ir bien para mí. Conseguí mi primer automóvil y tuve puras calificaciones altas.

No fue sino hasta mi segundo semestre que comencé a apartarme nuevamente de Dios. Nuestro pastor había anunciado que iba a dejar nuestra iglesia. De modo que consiguieron un nuevo pastor, pero pocos meses después, la iglesia decidió que este tampoco les agradaba. La gente comenzó a abandonar la iglesia y la asistencia disminuyó hasta a menos de 20 personas. Para mí, la iglesia se convirtió en una verdadera farsa, y yo sentía que no deseaba ser parte de algo que no era real. Intenté asistir a unas cuantas iglesias, pero no pude encontrar una con la que sintiera que me podía conectar. De modo que yo también decidí dejar la iglesia para bien, pero eso realmente nunca sucedió, por lo que pasó después en mi vida.

Acababa de cumplir 18 y había salido de la iglesia hacía unos 6 meses. Regresé a casa de la escuela temprano un día porque tenía un fuerte dolor de cabeza y no me estaba sintiendo bien, así que me fui a la cama. Estuve dormida por quizás unos 30 minutos más o menos cuando vino mi hermana y me dijo que una amiga estaba a la puerta. Yo no estaba esperando a nadie, así que esto me conmocionó.

Cuando fui a hablar con ella, lo primero que me dijo fue que era una misionera de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, también conocida como iglesia mormona. (Cuando estuve probando con diferentes iglesias, llegué a esa iglesia, pero no me detuve porque la sentí muy extraña y tuve una fría sensación de que era guiada por Satanás.) Sin embargo, esta misionera, su nombre era Christena, me dijo que deseaba que fuera con ella a su clase de Escuela Dominical. Cuando le dije que no estaba interesada, ella procedió a decirme que mis padres fueron miembros de la Iglesia SUD. Discutí con ella, pero con su espíritu realmente dulce (lo cual más adelante hallé como algo realmente engañoso), me persuadió de ir con ella para saber de la historia de mis padres por parte del obispo. Entonces decidí que tomaría la oportunidad y fui. “¿Qué tendría que perder?” pensé.

Fui y me encontraba realmente intrigada con la idea de que mis padres hubieran sido mormones, de modo que cuando regresé a casa le pregunté a papá si esto era verdad y él me dijo que era cierto, pero que la única razón por la que fue miembro, era porque mi mamá realmente quería serlo. Él nunca creyó en eso. Sólo lo aceptó. Papá nunca me advirtió de nada, lo único que me dijo fue que no me viera involucrada con los mormones.

Desearía ahora haberle escuchado, pero no lo hice y entonces decidí que probaría con la iglesia mormona para ver podía encontrar un lugar donde yo pudiera encajar. Estuve asistiendo por aproximadamente un mes cuando los misioneros me propusieron que orara para ser bautizada, y yo dije, “seguro.” Oré al respecto pero no sentí nada excepto una verdadera sensación de frío. Les hablé acerca de esto a los misioneros y ellos me dijeron que la razón por la cual yo me sentía así era porque no tenía suficiente fe.  Así que oré una vez y otra vez y finalmente, me dije a mí misma que estaba en paz al ser bautizada, yendo en contra de mi familia. Yo deseaba encontrar, desesperadamente, un lugar al que pudiera pertenecer.

Entonces me bauticé y me hice miembro de la iglesia mormona. Fui a todas mis clases, obtuve un “llamado” también conocido como obras o deberes, pero aún sentía como que no encajaba. Deseaba seguir haciendo más, así que pagué más diezmos y realicé más labor voluntaria, pensando que esto me haría sentirme más una parte de la iglesia, pero no fue así.

Finalmente, hablé con Christena y me dijo que yo necesitaba seguir los mandamientos y hacerme digna para entrar en el templo, su lugar sagrado sobre la tierra. Así que hice eso. Tuve una entrevista con el obispo para ver si yo era lo suficientemente digna para entrar. Él dijo que sí lo era, así que me preparé lo mejor que pude par entrar en el templo.

Christena me ayudó a conseguir los nombres de mis ancestros muertos de modo que pude ser bautizada y confirmada como miembro de la iglesia a nombre de ellos. Es una creencia mormona, que las personas tienen la oportunidad de aceptar el evangelio después de la muerte, pero si no son bautizadas en la tierra antes de morir, no pueden progresar en los niveles del cielo.

Cuando lo hice, pensé que era raro que estuviera parada como sustituta de mis ancestros fallecidos, pero después de hacerlo, me sentí aún peor, que Satanás había entrado en mí y me había tomado. Me sentía realmente fría y tenía un aspecto de muerte. No hallé que este fuera “el lugar más placentero sobre la tierra” como los mormones habían afirmado que sería.

Además recibí mis investiduras en el templo, la cual fue una experiencia aún más espeluznante que todo el asunto del bautismo por los muertos. La razón por la que obtuve mis investiduras en esa oportunidad fue para que pudiera servir en una misión para la iglesia mormona, porque si no lo hacía en ese momento, tendría que suceder cuando me casara. Entonces, ingresé al templo y la obrera del templo me dijo que me desvistiera y pusiera una túnica blanca que parecía una sábana con un agujero para mi cabeza. Luego la obrera me envió a una habitación con muchas otras mujeres que estaban recibiendo sus investiduras. Todas estábamos paradas en una línea y fuimos tocadas con aceite que fue frotado por absolutamente toda parte de nuestro cuerpo. Luego oraron por protección porque Dios estuviera cerca de nosotras. Posteriormente recibimos nuestra ropa interior mormona (la ropa interior secreta o mágica). Debíamos utilizarla todos los días de allí en adelante y supuestamente debía protegernos de todo mal.

Una de las razones por la que no serví en mi misión es que decidí que me iba a mudar de estado, con la esperanza de deshacerme de los mormones de una vez por todas. Llegué en agosto del 2010 y sólo había estado allí por una semana cuando hablé por teléfono con una consejera que me contó de un grupo de la universidad en una iglesia bautista con la que me sugirió probar. Ha sido una gran bendición.

Al principio, estaba muy nerviosa por la cantidad de gente que había allí. Estuve de pie hasta que una mujer llamada Kristina vino y se presentó conmigo y luego me presentó a otra mujer llamada Katie. Hablé con Katie y le dije que estaba deseando realizar un estudio bíblico personal con alguien.

Así, habíamos estado realizando juntas este estudio personal, cuando en el medio de nuestro estudio, los mormones me hallaron. Vinieron a mi casa e intentaron persuadirme de regresar a la iglesia mormona. (Pienso que es espeluznante que vinieran y me encontraran). Les dije que estaba planeando dejar su iglesia y les expliqué el por qué, sin embargo ellos intentaron enseñarme lo opuesto. Entonces me aferré a algunas personas, especialmente a Katie, para que me ayudaran a mantenerme fuertemente enraizada en mi fe bíblica. Una noche, le llevé a Katie todas mis cosas mormonas y ella me ayudó a deshacerme de estas, incluso de las pequeñas, que había querido retener. Ella me dijo que eran sólo cosas. Fue un poco difícil para mí deshacerme de algunas de ellas, pero después, me sentí muy liberada de haberlo hecho.

Katie me animó y ayudó a escribir una carta para que remuevan mi nombre de los registros de la iglesia SUD. Lo hice, pero recibí en respuesta una carta diciendo que debía reunirme con sus líderes. Cuando lo hice, ellos voltearon la situación e intentaron hacerme permanecer en la iglesia. Siguieron enviando diferentes personas a mi casa y utilizaron sus tácticas satánicas para lograr que me quedara en su iglesia. Si no hubiera sido por Katie, por ser muy persistente en su fe y mostrándome la verdad, probablemente hubiera regresado con los mormones. Había sido mi manto de seguridad, pero Katie me ayudó a ver que Dios es el único que debe ser mi manto de seguridad.

Durante una noche de miércoles en la iglesia, decidí que iba a entregar nuevamente mi vida a Cristo para bien. Katie me ayudó a resistir a los mormones, y estos dejaron de meterse conmigo por un tiempo. Durante este tiempo, Dios se mostró en mi vida y dijo, “Finalmente te tengo.” Me avoco a ver lo que Dios desea para mi vida. Comencé a servir, pero una de las cosas de que tenía miedo de dejar de hacer con los mormones era diezmar. De modo que estaba asistiendo a mi iglesia bautista pero continuaba diezmando a la iglesia mormona.

Finalmente Katie me hizo ver que yo no les debo nada a ellos, así que finalmente dejé de hacerlo. Me tomó unos cuantos meses antes que pudiera diezmar nuevamente. Pero Dios puso en mi corazón que mi nueva iglesia era donde yo necesitaba estar, así que he hecho el compromiso de quedarme. Dios me ha llevado a través de un proceso de sanación con respecto a los mormones. Él permitió que yo pasara por eso, así que puedo ayudar a otros que se encuentran luchando. Ahora veo cuán engañosos son los mormones y cómo están en una desesperada necesidad de Dios. Mi meta es llevar a los mormones perdidos hacia Cristo. Dios tiene el poder de usarme para llevar las almas perdidas hacia Él. Él está utilizando a mi iglesia para ayudarme a ganar la fortaleza que necesito para permanecer fuerte. Soy verdaderamente bendecida.

Ahora le pido a Dios por las personas que necesitan mi testimonio para poderles ayudar. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Filipenses 4:13). Sabe que Dios cuida de ti y te guardará a salvo de todo mal.

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